2Cor.3:18.
Después de pasar largos períodos en la presencia de Dios, Moisés
descendía con su rostro iluminado por haber contemplado la gloria del Señor. Ex.34:29-33. El resplandor de su rostro no podía ser
soportado por los israelitas, así que él tenía que cubrir su cara con un velo.
Solamente cuando subía para estar con el Señor, Moisés descubría su rostro, Ex.34:34.El apóstol Pablo utiliza esta experiencia del
gran libertador de los israelitas como una metáfora para destacar lo que debe
ser la gloria de Dios en el cristiano: "Por eso, todos nosotros, ya sin el
velo que nos cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del
Señor, y vamos transformándonos en su imagen misma, porque cada vez tenemos más de su gloria, y esto por la acción
del Señor, que es el Espíritu". 2Cor.3:18, Mientras
Moisés ocultaba la gloria del Señor, que estaba en su rostro, con un velo, el
nuevo creyente debe mostrarla al mundo: “todos nosotros, ya sin el velo que nos
cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor"…
Esto último agrega una responsabilidad sobre nosotros que muchos ni siquiera
saben que tienen. Dos vehículos se aproximaban a un semáforo. El que iba
adelante frenó de manera brusca porque la luz se había puesto en amarillo. El
vehículo que le seguía, también tuvo que frenar abruptamente para no impactar
al primero. Cuando ambos estaban esperando la luz verde en el semáforo, el
conductor del segundo vehículo comenzó a grito improperios al conductor que
frenó bruscamente. Unos policías que observaban la escena se dirigieron al
conductor alterado, le pidieron sus documentos y se lo llevaron arrestado a la delegación.
El conductor no sabía la razón del arresto. Fue hasta pasadas tres horas,
cuando quedó libre, que por fin recibió explicaciones de su detención: -¿Quiere
saber por qué lo detuvimos? –preguntó uno de los policías. Claro que sí –dijo
el hombre visiblemente confundido. Las razones son dos, afirmó el oficial. La
primera razón es que usted estaba demasiado alterado, y se notaba casi fuera de
control. La segunda razón es porque nosotros pensamos que el carro que usted
manejaba era robado, y lo trajimos a la delegación para confirmar con sus
documentos que el vehículo le pertenece. El hombre más confundido aún, dijo
–pero claro que el vehículo es mío, acá están mis documentos. Lo que pasa
–contestó el policía- es que en la parte trasera del carro dice: "Soy cristiano"
y como usted insultó al otro conductor de manera soez, nosotros pensamos que el
carro no era suyo porque el dueño es cristiano, y en ese momento usted no
parecía uno de ellos. Nosotros los creyentes somos portadores, ante el mundo,
de la gloria de Dios. Cuando las personas nos ven, ¿qué ven? Pablo escribió
esto de los hermanos de Filopos: "Cada vez que me acuerdo de ustedes doy
gracias a mi Dios; y
cuando oro, siempre pido con alegría por todos ustedes;"… Fil.1:3, 4.. Recordar
a los filipenses era un motivo de gozo para Pablo. Cuando pensaba en ellos, un
amor profundo y un cariño limpio venían a él. ¿Qué piensan de nosotros las
personas cuando nos recuerdan? ¿Nos considerarán personas de bien y buenos
cristianos? ¿Verán las características de Jesús en nosotros, o verán personas
llenas de problemas y amargura? ¿Se notan los rasgos de Dios en nuestra vida?
Pablo aplica detalles importantes para demostrar cómo el discípulo de Jesús es
utilizado por Dios para manifestarse al mundo: "somos como un espejo que
refleja la gloria del Señor"… El diccionario semántico de Vine, en la
acepción de "espejo", dice: "esportón, traducido «espejo». Se
usa para referirse a cualquier superficie suficientemente lisa y regular que
refleje de manera uniforme los rayos de luz, y que por ello produzca imágenes
de objetos que, estando en realidad enfrente de ellos, parezcan al ojo como
estando detrás". De esta misma forma, como el espejo tiene ciertas
características para reflejar imágenes, nosotros también, necesitamos tener
ciertas cualidades que nos den la competencia para proyectar al mundo lo que
Dios es. Por otro lado, Vine asegura que el sentido de espejo que los
personajes del mundo bíblico tenían, era el de algo que reflejaba una imagen,
que estando realmente afuera, parecía estar dentro del mismo espejo. Esto puede
ilustrarnos que la gloria del Señor que queremos reflejar al mundo, debe nacer
desde lo más profundo de nuestro ser. Dios debe ser una experiencia íntima del
creyente y no una mera teoría superficial, impersonal. Cuando la gente nos vea
tiene que creer que Dios está dentro de nosotros y no en nuestro exterior como
un simple reflejo. También, note la impresionante verdad que declara Pablo: y
vamos transformándonos en su imagen misma… No solo reflejamos la gloria del
Señor, sino que a la vez nos vamos convirtiendo en esa imagen que reflejamos.
Quiere decir que mientras más contemplemos la gloria del Señor, más la
estaremos asimilando en nuestras vidas. En resumen, somos lo que vemos, lo que
reflejamos. Pablo aclara esa idea al decir "porque cada vez tenemos más de
su gloria". El resplandor que Moisés adquiría se iba disipando poco a
poco, 2Cor.3:7, mientras el nuestro aumenta.
¿Qué estamos viendo? ¿En qué estamos centrando nuestra mayor atención? Moisés
quería solamente ver la gloria del Señor, "Te ruego que me muestres tú
gloria." Ex. 33:18, pero este legislador
solo pudo verla parcialmente, pues, ningún hombre puede ver la gloria del Señor
y continuar con vida, Ex.33:20. En cambio, el
cristiano tiene la dicha de ir asimilando en sí mismo esa gloria. No solo debe
conocerla y reflejarla, sino que debe irla formando en su propio ser. Esta
transformación es continua. El participio transformándonos da la idea de una
acción constante, esto indica que la transformación que se está gestando en
nosotros ocurre día a día. Cada vez nos parecemos más al Señor. Pero, aunque
Pablo deja ver esta verdad como algo que nos ocurre, esto no quiere decir que
nosotros no debemos hacer nada para que esto pase. Todo lo contrario,
necesitamos mostrar un vivo interés por parecernos más al Señor a diario.
Debemos tener contacto con él por medio de la oración y su palabra, y otras
prácticas piadosas que nos ayuden a profundizar nuestra vida en él. Una vez que
nuestras fuerzas estén dirigidas a lograr este objetivo, cada vez tendremos más
de su gloria. Al final, lograremos ser por completo como él, Fil.3:21; Col.3:10; 1Jn.3:2. Para reforzar la idea
anterior, en el texto se usa la palabra, metamórfico, de donde se traduce
nuestra palabra española metamorfosis, "Transformación de algo en otra
cosa". Esta es la idea del texto, que el cristiano se va transformando en
esa gloria de Dios que está contemplando. Metamórfico implica cambiar la
naturaleza esencial de algo a una naturaleza diferente. Esa naturaleza
diferente por la cual debemos cambiar esta naturaleza humana, es la imagen de
Dios. La palabra imagen acá no tiene el sentido de representar algo, sino ser
lo representado mismo. Cuando al Señor le hablaron sobre la paga de impuestos,
él dijo: "Jesús les preguntó: – ¿De quién es esta imagen y el nombre aquí
escrito?" Mt.22:20 El rostro del emperador
en una moneda no estaba aludiendo solamente a la semejanza de la figura con la
persona, sino a la persona misma. Es más, cuando se habla de imagen, puede
aludirse a una estatua, cuya representación es similar a lo representado. La
asimilación de esa imagen, se da por la metamorfosis que se gesta a diario en
nuestras vidas, hasta que, en la eternidad, seamos como es él: "y se han
revestido de la nueva naturaleza: la del nuevo hombre, que se va renovando a
imagen de Dios, su Creador, para llegar a conocerlo plenamente". Col.3:10. La progresión de la gloria en la vida de los
creyentes se da en etapas crecientes. El estancamiento no es posible. La
renovación debe ser una realidad diaria. Al haber pecado, los hombres dejamos
de reflejar la gloria de Dios, Ro.3:23. Sin
embargo, esa función del hombre es restaurada en Jesús. El tiempo debe ser
nuestro fiel testigo de que la imagen de Dios se ha formado en nosotros. No es
posible convertirse al cristianismo y continuar con los mismos hábitos, formas
de pensar y actuar. Alguien que se ha entregado totalmente, es alguien renovado.
En realidad, el cristiano es susceptible a asimilar las conductas y prácticas
de este mundo, y somos mandados a renunciar a los hábitos, ideas y prácticas de
este siglo, Ro.12:2. He aquí el contraste que
plantea una conversión en cualquiera de dos direcciones, ya sea a la imagen de
Dios, o a amoldarse a los caprichos de este mundo. El apóstol de los gentiles
termina explicando cómo es que toda esta transformación y asimilación se va
gestando en nosotros: "y esto por la acción del Señor, que es el
Espíritu". Es por la obra del Espíritu Santo que vamos renovándonos
constantemente, Ti.3:5. Por esta razón es que
debemos poner mucha atención a la dirección del Espíritu en nosotros, procurar
llenarnos de él y no estorbar su trabajo con nuestros malos hábitos
pecaminosos. El Espíritu Santo es el encargado de mostrarnos la gloria de
Cristo y transmitírnosla, Jn.16:14. La versión Nácar-Colunga
interpreta mejor la acción del Espíritu Santo en este pasaje bíblico: "y
nos transformamos en la misma imagen, de gloria en gloria, a medida que obra en
nosotros el espíritu del Señor".
¿Cómo podemos
asimilar la gloria del Señor?
La oración es una de las formas por las cuales podemos tener
comunión íntima con el creador. Experimentar su presencia como Moisés en el
Sinaí llena nuestra vida de su gloria. El Señor le negó a Moisés la petición de
ver su rostro, Ex. 33:20, argumentando que
ningún ser humano podía verle y continuar con vida. En efecto, alegorizando
esta idea, nadie puede ver a Dios y continuar siendo el mismo. Cuando conocemos
al Señor por medio de la oración, cuando nos acercamos a él, nuestra vida
cambia, el viejo hombre muere, y su influencia hace que nosotros cambiemos por
completo. También el estudio constante de la Palabra constituye uno de los
recursos con mayor fuerza en la búsqueda de ese ser glorioso y eterno. Por
medio de la palabra aprendemos a conocerlo, saber qué desea y qué espera de
nosotros. A esto habría que agregar la renovación del pensamiento, como lo
afirma el mismo Pablo en Ro.12:2. De hecho,
fuimos destinados para ser como el Hijo de Dios, Ro.8:29.
En su comentario de 2Cor.3:18, hace un
resumen así:
Hay varias cosas que podemos observar acerca de esta
transformación.
1. Es para todo hijo de Dios: "nosotros todos".
2. Es progresiva: "mirando…somos transformados de gloria en
gloria".
3. Tenemos que poner nuestra parte: "mirando", pero
alguien más hace la obra: "somos transformados".
4. Son dos sus agentes: La Palabra de Dios, "mirando…en un
espejo" (compárese Santiago 1:23–25), y el Espíritu Santo que es quien la
aplica.
La realidad de reflejar la gloria de Dios por medio de nuestro constante cambio, asimilando lo que Dios es día a día, debe ser para todo cristiano, nuestra meta más grande. Una vez que hemos conocido y entendido esta realidad, podemos experimentarla en su máxima expresión y gozar de sus resultados transformadores.
La realidad de reflejar la gloria de Dios por medio de nuestro constante cambio, asimilando lo que Dios es día a día, debe ser para todo cristiano, nuestra meta más grande. Una vez que hemos conocido y entendido esta realidad, podemos experimentarla en su máxima expresión y gozar de sus resultados transformadores.
Recordemos que, al conocer esta verdad, somos responsables por
darle cumplimiento en nosotros. Volvamos a preguntar, cuando las personas nos
ven, ¿qué ven?
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