miércoles, 20 de febrero de 2019

¿La vida que estoy invitando a vivir, es la vida que yo estoy viviendo?


No tenemos que buscar muy lejos para encontrar que las iglesias están llenas de personas que están tan deprimidas, angustiadas, preocupadas, ajoradas, desconsoladas como aquellas personas que no tienen a Cristo en sus corazones. Jesús no nos enseñó eso, él invitó a vivir la vida como él la vivió en la tierra. Él invitó a vivir una vida llena de amor, gozo, y paz. Es necesario que nosotros seamos transformados por el poder de Dios para vivir vidas como el Señor quiere que las vivamos. Un hombre dijo en una ocasión, “para que la iglesia lleve a cabo plenamente lo que Dios ha destinado para ella, tiene que tomar la necesidad de transformación tan en serio como los movimientos revolucionarios modernos.” A través del Nuevo Testamento los escritores del mismo sabían cuán importante era el que los cristianos fueran transformados por Dios continuamente. A veces nos conformamos con lo que somos y pensamos que Dios no va a cambiar nuestra forma de ser, nuestro carácter, nuestra forma de hablar, nuestra forma de amar, nuestra forma de relacionarnos con nuestras parejas, esposos(as), hijos, padres, vecinos, etc. Hay una palabra que estaba en la mente de los escritores del N.T. y es la palabra transformación. En Romanos 12:2, “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta.” (NVI) En Gálatas 4:19 dice, “Queridos hijos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes.” () En 2 Corintios 3:18,”...estamos siendo transformados en la misma imagen de gloria en gloria, como por el Señor, el Espíritu.” (LBLA) La palabra transformados en griego es la palabra metamorfow.
Había un hombre llamado “Juan” que llevaba más de 50 años en la iglesia, pero siempre estaba serio, con cara larga. (Experiencia del diácono.) Este hombre no estaba cambiando, era un gruñón con su esposa, con sus hijos, no tenía gozo, no era amoroso, no tenía vida en su ser.
Hay personas en la iglesia que hacen lo mínimo para ir al cielo, pero no gozan de la vida que Cristo vino a dar. La transformación en nuestras vidas como cristianos debe ser una visible y tangible por las demás personas. En la iglesia esperamos que personas que llevan años hagan lo que se les pide como cristianos, asistan a los cultos regularmente, acepten la doctrina que se enseña, sepan versos de la Biblia, eviten algunos pecados, diezmen, hagan el trabajo que se les pide. Ahora, hay algo que no esperamos de estas personas, de estos hermanos, y es que día tras día, semana tras semana, mes tras mes, Cristo sea formado en ellos. Llegamos a un punto como Creyentes que nos conformamos, nos acostumbramos a ser como somos y que no vamos a cambiar más. Decimos, “es que yo soy así.” No esperamos que gradualmente la Palabra de Dios nos haga una persona amorosa, comprensiva, misericordiosa, comunicativa, gozosa, compasiva. Las personas no Esperanto transformation en sus vidas.

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