PECADOS NO CONFESADOS: Este es quizás el más
común de los asesinos de la oración.
El no habría
escuchado si yo no hubiera confesado mis pe-cados (Salmo 66: 18, La Biblia al
día). Dios es perfecto y no puede tolerar el pecado en nosotros. Como
resultados, le resta poder a nuestras oraciones. La buena noticia es que Dios
nos perdona cuando confesamos el pecado y este desaparece. Porque perdonare la
maldad de ellos, y no me acordare más de su pecado (Jera.
31:34) Dios perdona y en ese momento se restaura nuestra relación y
nuestra oración vuelven a cobrar poder. La oración evita que pequemos. El
pecado evita que oremos.
FALTA
DE FE: Tiene un impacto
increíblemente negativo en la vida de los cristianos. Sin fe la oración carece
de poder. Pero que pida con fe, sin dudar; porque el que duda es semejante a la
ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. No piense,
pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor (Santiago
1:6-7). La falta de fe hace a las personas inestables o de doble ánimo y
las incapacitas para escuchar a Dios o recibir sus dones.
DESOBEDIENCIA: Significa
no someterse o sujetarse a los principios divinos, al des-obedecer demostramos
la falta de confianza y dependencia en Dios, por tanto, las oraciones hechas
bajo esas circunstancias son ineficaces. La obediencia es una condición para
disfrutar de los benéficos del Padre. Esa es la condición que debemos cumplir
para poder acercarnos a Él en oración. Si vamos a desarrollar una creciente
relación con Dios y llegar a ser personas fuertes en la oración, debemos
obedecer. La obediencia es el resultado natural de la fe en Dios. Quien ama y
confía en Dios... Le obedece. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen
en vosotros en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho... Si guardáis
mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los
mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. (Juan
15:7,10).
FALTA DE TRANSPARENCIA CON DIOS Y CON OTROS: La transparencia es difícil para
muchas personas. Pero la franqueza con otros puede tener un profundo efecto en
nuestras vidas. La transparencia con Dios al orar le coloca en la agenda de Él
en lugar de suya, y también le da la libertad a otros creyentes para que oren
por usted estratégica y específicamente. Existe la gran necesidad de reconocer
cuando fallamos y confesarlo pidiendo perdón en humildad. Cuando confesamos
nuestros pecados unos a otros lo cual requiere de nosotros una absoluta
transparencia, Dios puede sanarnos, limpiarnos y experimentamos una
restauración espiritual, física y emocional. Además, nuestra transparencia
ayuda a otros, porque les muestra que no están solos en sus dificulta-des.
Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por los otros, para que
seáis sanados (Santiago 5:16).
FALTA
DE PERDÓN: El perdón no es un asunto
trivial como la ciencia, el deporte, la riqueza o la fama. Ni tampoco una
alternativa de palabras. Se trata de una actitud del corazón y de que el
Espíritu Santo nos dé el poder para perdonar. Porque si perdonáis a los hombres
sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestros Padre celestial; más si
no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará
vuestras ofensas (Marcos 6:14-15). Cuando una
persona se niega a perdonar a otra, se daña a sí misma, porque su falta de
perdón producirá en ella raíces de amargura y con amargura no se puede entrar
en oración y salir con bendición.
MOTIVOS FALSOS: cuando
nuestros motivos no son buenos, nuestras oraciones carecen de poder. Por ende,
es imprescindible cuando hacemos algo, especialmente los grandes proyectos,
examinar porque lo estamos haciendo. Ese proceso expone nuestros motivos. Santiago 4:3, dice: pedís y no recibís, porque pedís
mal, para gastar en vuestros deleites. Al orar podemos examinar si estamos
actuando con orgullo, temor, autosuficiencia, egoísmo, conveniencia, etc., Dios
nos lo mostrara siempre que deseemos escuchar. Y si lo deseamos, Él cambiara
nuestros motivos.
LA
IDOLATRÍA: Un
ídolo puede ser cualquier cosa que se interponga entre Dios y nosotros; por
tanto, idolatría no es, solo adorar una imagen, sino más bien, poner cualquier
cosa primero que a Dios. Los ídolos vienen de muchas formas como el dinero, la
fama, una carrera, los hijos, el placer, etc., pues este es un asunto del
corazón. Según Ezequiel 14:3; Dios no permite
que un adorador de ídolos, ni siquiera le hable. ¿Acaso he de ser yo en modo
alguno consultado por ellos?
INDIFERENCIA HACIA OTROS: Esa es una
actitud incorrecta, y es abominada por Dios, pues Él se interesa por todos los
hombres, sin importar su raza, clase, credo o nación. El
Salmo 33:13 dice: Desde los cielos miró el Señor; vio a todos los hijos
de los hombres. Las Escrituras están llenas de versículos que respaldan el
anhelo de dios para que haya unidad entre los creyentes, los hermanos
cristianos, los cónyuges, los laicos y los pastores, etc. Un mandamiento nuevo
os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también se améis
unos a otros (Juan 13:34). A través de la
oración a-prendemos a amar a otros. Es imposible que una persona odie y critique
a alguien por quien está orando. La oración genera compasión, no competencia.
INDIFERENCIA HACIA LA
SOBERANÍA DE DIOS: Dios es
omnipotente, omnisapiente y omnipresente; es decir, que todo lo puede, todo lo
sabe y está en toda parte a la vez; por ende, es Soberano... (Salmo 139:1-18) ¿Adónde me iré de tu Espíritu, o adónde
huiré de tu presencia? Cuando Jesús
mostró a sus discípulos como orar, lo primero que hizo fue enseñarles a honrar
a Dios por lo que es: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra (Marcos 6:9-10). Cada vez que no
prestamos atención al orden divino de las cosas, nos apartamos de los limites e
impedimos nuestra relación con nuestro Padre celestial.
VOLUNTAD REBELDE: La persona
cuya voluntad está rendida a Dios mantiene una relación con el cómo la que se
describe en la parábola de la Vid y los Pámpanos: Si permanecéis en mí, y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis y os será hecho... (Juan 15:7) El
propósito fundamental de la oración no es que obtengamos lo que queremos, sino
aprender a querer lo que Dios nos da. Esto solo sucede cuando rendimos nuestra
voluntad y nos colocamos en la agenda de Dios en lugar de la nuestra. Rendir
nuestra voluntad a la de Dios reporta grandes beneficios. Uno de ellos es que
Dios promete responder nuestras oraciones y conceder nuestras peticiones. Otro
es que llegamos a recibir el poder de Cristo a través del Espíritu Santo.
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