– EL DESIERTO DE SIN
“Pan del Cielo”
“Partió luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que esté entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto.” (Éxodo16:1)
Habían estado un mes en el camino. Su provisión de alimentos se estaba acabando. Una vez más, el mal de sus corazones comenzaba a revelarse; y la fidelidad de su Dios durante el ges pasado había caído en el olvido. Pero Dios sabía lo que iba a hacer. “Y Jehová dijo a Moisés: He aquí, Yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que Yo lo pruebe sin anda en mi ley o no...”(Éxodo 16:4). Observa como el Señor en su forma de guiarles, les estaba “probando”. Les estaba probando para revelar la inherente corrupción de su naturaleza, y a la vez, les estaba mostrando Su camino para ellos; y su propia fidelidad. Mara fue para probarles; y ahora, este extraño pan del cielo, era para probarles también. Para suplir su necesidad, si; pero aun más que eso. Para probarles, para examinarles, para observarles. No nos es difícil recibir las bendiciones de Dios. Dios continuará bendiciendo a Su pueblo; pero El quiere probarnos y examinarnos, para ver si podemos estar preparados para la tierra de Canaán. Tendremos mucho que decir sobre el maná cuando lleguemos al desierto de Parán. Pero aquí mismo, queremos enfatizar que este milagroso pan del cielo, esta comida que llamaban el “maíz del cielo” y “la comida de los ángeles”, era algo que suplía su necesidad en espíritu, alma y cuerpo, pero no satisfacía todo el deseo de sus corazones. Dios lo había preparado de esta forma, porque Dios tiene que tratar con ese deseo indisciplinado de Su pueblo, siempre anhelando tener...tener...y tener, si es que Él les va a preparar para la Vida en el Espíritu, que es una vida de dar... dar...dar...
Esta preciosa comida no podía ser almacenada, y si intentaban guardarla, producía gusanos y apestaba. Sin embargo, siempre había para cada necesidad, porque Dios enviaba una provisión fresca cada mañana. Simplemente tenían que recogerlo, conforme a su necesidad; y si algunos resultaba que recogían más de lo que necesitaban, entonces la provisión extra se compartía con los que no recogían suficiente. Incidentalmente, éste es el “Principio del Maná”, que se ha convertido en el principio del dar y del compartir del Nuevo Testamento:
“Sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad, como está escrito: El que recogió mucho no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos.” (2ª Cor. 8:1415)
Dios tiene mucho trabajo que hacer en Su pueblo todavía, para guiarnos a esa clase de “equidad” que Él desea en las personas del Nuevo Pacto; aquí, en el Principio del Maná, queda ya establecido. Dios seguirá disciplinando al pueblo en rumbo a Canaán, hasta que hayan aprendido a usar lo que Dios les ha dado para sus necesidades diarias y dejar el resto disponible a los que estén en necesidad. Los verdaderos discípulos del Señor deben estar preparados para ABANDONARLO TODO con el fin de poder ser Sus discípulos. Lo harán con alegría,...no porque haya algún apóstol o profeta, o estructura eclesiástica que lo requiera, sino porque en su caminar con el Señor, y en su búsqueda de la Tierra de la Fertilidad, van a descubrir que “es más bienaventurado dar que recibir”.
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