Estudio #23: El juicio final y la nueva Jerusalén
Apocalipsis capítulo
20:11-15; 21:1-8
I. Introducción
Como vimos en el estudio
anterior, ese breve
período de grandes persecuciones y padecimientos que habrá de enfrentar la iglesia durante el tiempo del fin, y que
corresponde al período donde se le permite a Satanás actuar con toda libertad durante
un corto tiempo,
culmina con la gloriosa venida
de Cristo quien vence a sus enemigos de una vez y para siempre. Explicamos que
el período de mil años conocido como el milenio es un número
simbólico y representa un período extenso
de tiempo entre la victoria de Jesucristo en la cruz y la segunda
venida. Durante este período
los creyentes que han fallecido, reinan con Cristo en el cielo mientras que la
iglesia en la tierra goza de un tiempo de crecimiento misionero.
Ahora en estos versos siguientes, una vez Satanás, la bestia y el falso profeta
junto a las naciones que le siguen
han sido vencidos, Juan tiene una visión del juicio final donde las obras de todos
los seres humanos serán juzgadas y cada cual recibirá su justa retribución.
II. El trono blanco
Juan ve un grande y majestuoso trono blanco descender
del cielo. Sobre ese trono
está sentado Jesucristo. Simbólicamente la tierra y el cielo huyen de su
presencia, lo que indica la renovación del universo completo. Juan ve presentándose delante de ese trono a todos los seres
humanos que han vivido en la tierra.
Esto es importante porque algunos
intérpretes dispensacionalistas sostienen que en ese juicio no estarán presente
los redimidos. Pero más adelante veremos que esta posición es desmentida por la
misma Escritura.
Todos los muertos resucitan. Esta es la misma resurrección donde primeramente son resucitados los redimidos. La Biblia solo nos presenta una sola resurrección corporal
de los muertos (Jn. 5:28-29)
Juan ve varios
libros que son abiertos. Unos contienen registradas todas las obras de los seres
humanos (Dn. 7:9-10). Pero ve otro libro aparte que se llama
el Libro de la Vida. Este otro libro
no contiene
obras,
sino los nombres de aquellas personas que fueron regeneradas, es decir, que
participaron de la primera resurrección, que es el nuevo nacimiento mediante
la fe en Cristo Jesús.
Y aquí es donde vemos
que se cae la teoría de que este
juicio solo es para los
incrédulos. Ahí también están los creyentes porque el
Libro de la Vida es abierto.
Todas las personas son juzgadas por sus obras. Sin
embargo, aquellos cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida no son condenados. Es importante que
notemos aquí que la condenación o salvación depende del hecho de que el nombre esté inscrito en el Libro de la Vida. Todos hemos
pecado, aún los cristianos somos personas imperfectas y débiles.
Por eso nuestra salvación no dependerá
de nuestro esfuerzo ni nuestros
méritos, sino por la sangre
de Cristo. Cuando
una vida se convierte
al Señor, en ese mismo momento
su nombre es escrito
en el Libro de la Vida. Una vez ese
nombre es escrito en ese glorioso libro, jamás será borrado (Ap. 3:5). Nosotros
hemos vencido por medio
de su sangre; nuestra victoria está en Cristo, por eso los creyentes ya somos
más que vencedores (Ro. 8:37).
III. Cielos nuevos y nueva tierra
Ya ha ocurrido el juicio
final, ya Satanás
y sus ángeles y todos
los incrédulos han sido lanzados al lago de fuego y azufre donde serán
atormentados y excluidos de la presencia de Dios por toda la eternidad.
Con esto ya la maldad,
el pecado y todo lo abominable es suprimido y eliminado para siempre. Ahora Juan ve
los cielos nuevos y la nueva tierra que Dios ha creado. Todo lo anterior ha sido consumido, los elementos que componían
la antigua creación han sido desechos, y ahora hay un nuevo universo. Una
creación que ha sido libertada del pecado y de la esclavitud que antes sufría
(Ro. 8:19-22).
Juan ve descender del cielo la ciudad de la Nueva Jerusalén, hermosa y
resplandeciente como una novia ataviada para su día de bodas. Esa ciudad es el
tabernáculo de Dios con los hombres; quiere decir, que en ella Dios morará
con los redimidos por toda la eternidad.
En este lugar ya no habrá más sufrimiento ni tristeza por nada. Dios mismo consolará y secará las lagrimas de esa iglesia
que ha sufrido en el mundo.
Tampoco habrá allí enfermedad, ni
padecimiento, ni dolor ni muerte porque todo eso era parte del mundo pasado que ya no existe.
En esta
nueva creación todo eso ha
desaparecido para siempre.
Recordemos que la enfermedad, el dolor y el sufrimiento fueron las
consecuencias
del pecado en el mundo. Pero esta nueva creación no está contaminada por el
pecado, el castigo sobre el hombre y la mujer
a causa de la desobediencia ya no tiene efecto en este nuevo orden que Dios ha creado.
IV. Consumado es…
Ahora Juan escucha
a Jesús, que está sentado
en el trono declarar que
él hace nueva todas las cosas. Y dice hecho está; consumado es, que significa, todo está terminado. Esas fueron sus últimas palabras
en la cruz. Por lo cual podemos decir que desde ese momento ya la obra
estaba hecha. Sin embargo, aunque la cruz garantizó la victoria total de
Cristo, es en este momento en que ya todo ha concluido. Jesús se identifica a
sí mismo como el Alfa y la Omega, que son la primera y última letra del
alfabeto griego. Quiere decir que Jesús es el principio y el fin; el Dios
eterno que no tiene principio ni fin. Entonces Jesús hace un llamado a que cualquiera que tenga sed, se acerque
a él y beba y recibirá
gratuitamente el agua de la vida.
Este llamado
todavía está vigente
para todo ser
humano. El requisito es tener sed. Es la sed
espiritual, la necesidad que debe sentir toda persona que vive separada de Dios
y que reconoce en su interior que necesita
saciar esa sed con la única fuente de
vida eterna que es Jesucristo. Jesús dijo estas mismas
palabras cuando estaba en la tierra
(Jn. 7:37-39). Jesús promete que aquellos que sean vencedores (la victoria que se obtiene
por medio de la fe en Cristo),
heredará todas las cosas, y él será su Dios y seremos
sus hijos. Sin embargo, hay una advertencia muy clara para toda persona que
escoja perseverar en el pecado y la maldad: recibirán el castigo eterno
que le llama la Biblia
la muerte segunda.
La única esperanza
de redención y vida eterna para el ser humano se
alcanza por medio
de la fe en el sacrificio y los méritos
de Cristo. En ninguna parte de la Biblia se da a
entender que esa salvación hay que ganársela
o que la podemos perder si cometemos
una falta. La justicia
que será tomada en cuenta es la de Cristo, no la nuestra. Nuestra esperanza es
ser hallados en él, no en nuestros méritos imperfectos. Por eso desde ahora los que hemos
recibido su gracia podemos
regocijarnos en estas maravillosas promesas.
No puede haber jactancia
de nuestra parte porque todo lo que somos y la esperanza que albergamos descansa en Jesucristo; a él seas la gloria
por los siglos
de los siglos.
Preguntas de Repaso
1. ¿Por qué el cielo y la tierra huyen de la presencia
del que está sentado en el gran trono blanco?
2. La escritura nos habla de una resurrección para vida y
otra resurrección de lo muertos para condenación. ¿Estas resurrecciones ocurren aparte o en un mismo evento? ¿Por qué?
3. ¿Cuántos libros ve Juan? ¿Cuál es la diferencia entre ellos?
4. ¿Por qué en el libro de la vida solo hay nombres y no obras?
5. ¿Por qué concluimos que en este gran juicio final
estarán también presentes los redimidos?
6. ¿Cuál será el destino final de Satanás, sus ángeles y
los incrédulos?
7. ¿Cuál será el estado y condición de los redimidos en
la Nueva Jerusalén?
8. ¿Qué significado tiene la expresión “consumado es” que Jesús declara desde su trono?
9. ¿A quiénes va dirigido el llamado a quien tenga sed?
10. ¿Qué promete Jesús a los que sean vencedores en Cristo?
11. ¿Cuál es la única esperanza de redención para el ser
humano? ¿Por qué?
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