viernes, 24 de marzo de 2017

Estudio #23: El juicio final y la nueva Jerusalén Apocalipsis capítulo 20:11-15; 21:1-8

Estudio #23: El juicio final y la nueva Jerusalén

Apocalipsis capítulo 20:11-15; 21:1-8


I. Introducción
Como vimos en el estudio anterior, ese breve período de grandes persecuciones y padecimientos que habrá de enfrentar la iglesia durante el tiempo del fin, y que corresponde al período donde se le permite a Satanás actuar con toda libertad durante un corto tiempo, culmina con la gloriosa venida de Cristo quien vence a sus enemigos de una vez y para siempre. Explicamos que el período de mil años conocido como el milenio es un número simbólico y representa un período extenso de tiempo entre la victoria de Jesucristo en la cruz y la segunda venida. Durante este período los creyentes que han fallecido, reinan con Cristo en el cielo mientras que la iglesia en la tierra goza de un tiempo de crecimiento misionero.

Ahora en estos versos siguientes, una vez Satanás, la bestia y el falso profeta junto a las naciones que le siguen han sido vencidos, Juan tiene una visión del juicio final donde las obras de todos los seres humanos serán juzgadas y cada cual recibirá su justa retribución.

II.  El trono blanco
Juan ve un grande y majestuoso trono blanco descender del cielo. Sobre ese trono está sentado Jesucristo. Simbólicamente la tierra y el cielo huyen de su presencia, lo que indica la renovación del universo completo. Juan ve presentándose delante de ese trono a todos los seres humanos que han vivido en la tierra. Esto es importante porque algunos intérpretes dispensacionalistas sostienen que en ese juicio no estarán presente los redimidos. Pero más adelante veremos que esta posición es desmentida por la misma Escritura.

Todos los muertos resucitan. Esta es la misma resurrección donde primeramente son resucitados los redimidos. La Biblia solo nos presenta una sola resurrección corporal de los muertos (Jn. 5:28-29)

Juan ve varios libros que son abiertos. Unos contienen registradas todas las obras de los seres humanos (Dn. 7:9-10). Pero ve otro libro aparte que se llama el Libro de la Vida. Este otro libro no contiene


obras, sino los nombres de aquellas personas que fueron regeneradas, es decir, que participaron de la primera resurrección, que es el nuevo nacimiento mediante la fe en Cristo Jesús. Y aquí es donde vemos que se cae la teoría de que este juicio solo es para los incrédulos. Ahí también están los creyentes porque el Libro de la Vida es abierto.

Todas las personas son juzgadas por sus obras. Sin embargo, aquellos cuyos nombres están escritos en el Libro de la Vida no son condenados. Es importante que notemos aquí que la condenación o salvación depende del hecho de que el nombre esté inscrito en el Libro de la Vida. Todos hemos pecado, aún los cristianos somos personas imperfectas y débiles. Por eso nuestra salvación no dependerá de nuestro esfuerzo ni nuestros méritos, sino por la sangre de Cristo. Cuando una vida se convierte al Señor, en ese mismo momento su nombre es escrito en el Libro de la Vida. Una vez ese nombre es escrito en ese glorioso libro, jamás será borrado (Ap. 3:5). Nosotros hemos vencido por medio de su sangre; nuestra victoria está en Cristo, por eso los creyentes ya somos más que vencedores (Ro. 8:37).

III.  Cielos nuevos y nueva tierra

Ya ha ocurrido el juicio final, ya Satanás y sus ángeles y todos los incrédulos han sido lanzados al lago de fuego y azufre donde serán atormentados y excluidos de la presencia de Dios por toda la eternidad. Con esto ya la maldad, el pecado y todo lo abominable es suprimido y eliminado para siempre. Ahora Juan ve los cielos nuevos y la nueva tierra que Dios ha creado. Todo lo anterior ha sido consumido, los elementos que componían la antigua creación han sido desechos, y ahora hay un nuevo universo. Una creación que ha sido libertada del pecado y de la esclavitud que antes sufría (Ro. 8:19-22).

Juan ve descender del cielo la ciudad de la Nueva Jerusalén, hermosa y resplandeciente como una novia ataviada para su día de bodas. Esa ciudad es el tabernáculo de Dios con los hombres; quiere decir, que en ella Dios morará con los redimidos por toda la eternidad. En este lugar ya no habrá más sufrimiento ni tristeza por nada. Dios mismo consolará y secará las lagrimas de esa iglesia que ha sufrido en el mundo. Tampoco habrá allí enfermedad, ni padecimiento, ni dolor ni muerte porque todo eso era parte del mundo pasado que ya no existe. En esta nueva creación todo eso ha desaparecido para siempre. Recordemos que la enfermedad, el dolor y el sufrimiento fueron    las


consecuencias del pecado en el mundo. Pero esta nueva creación no está contaminada por el pecado, el castigo sobre el hombre y la mujer a causa de la desobediencia ya no tiene efecto en este nuevo orden que Dios ha creado.

IV. Consumado es…

Ahora Juan escucha a Jesús, que está sentado en el trono declarar que él hace nueva todas las cosas. Y dice hecho está; consumado es, que significa, todo está terminado. Esas fueron sus últimas palabras en la cruz. Por lo cual podemos decir que desde ese momento ya la obra estaba hecha. Sin embargo, aunque la cruz garantizó la victoria total de Cristo, es en este momento en que ya todo ha concluido. Jesús se identifica a sí mismo como el Alfa y la Omega, que son la primera y última letra del alfabeto griego. Quiere decir que Jesús es el principio y el fin; el Dios eterno que no tiene principio ni fin. Entonces Jesús hace un llamado a que cualquiera que tenga sed, se acerque a él y beba y recibirá gratuitamente el agua de la vida.

Este llamado todavía está vigente para todo ser humano. El requisito es tener sed. Es la sed espiritual, la necesidad que debe sentir toda persona que vive separada de Dios y que reconoce en su interior que necesita saciar esa sed con la única fuente de vida eterna que es Jesucristo. Jesús dijo estas mismas palabras cuando estaba en la tierra (Jn. 7:37-39). Jesús promete que aquellos que sean vencedores (la victoria que se obtiene por medio de la fe en Cristo), heredará todas las cosas, y él será su Dios y seremos sus hijos. Sin embargo, hay una advertencia muy clara para toda persona que escoja perseverar en el pecado y la maldad: recibirán el castigo eterno que le llama la Biblia la muerte segunda.

La única esperanza de redención y vida eterna para el ser humano se alcanza por medio de la fe en el sacrificio y los méritos de Cristo. En ninguna parte de la Biblia se da a entender que esa salvación hay que ganársela o que la podemos perder si cometemos una falta. La justicia que será tomada en cuenta es la de Cristo, no la nuestra. Nuestra esperanza es ser hallados en él, no en nuestros méritos imperfectos. Por eso desde ahora los que hemos recibido su gracia podemos regocijarnos en estas maravillosas promesas. No puede haber jactancia de nuestra parte porque todo lo que somos y la esperanza que albergamos descansa en Jesucristo; a él seas la gloria por los siglos de los siglos.


Preguntas de Repaso


1.  ¿Por qué el cielo y la tierra huyen de la presencia del que está sentado en el gran trono blanco?
2.  La escritura nos habla de una resurrección para vida y otra resurrección de lo muertos para condenación. ¿Estas resurrecciones ocurren aparte o en un mismo evento? ¿Por qué?
3.  ¿Cuántos libros ve Juan? ¿Cuál es la diferencia entre  ellos?
4.  ¿Por qué en el libro de la vida solo hay nombres y no  obras?
5.  ¿Por qué concluimos que en este gran juicio final estarán también presentes los redimidos?
6.  ¿Cuál será el destino final de Satanás, sus ángeles y los    incrédulos?
7.  ¿Cuál será el estado y condición de los redimidos en la Nueva Jerusalén?
8.  ¿Qué significado tiene la expresión “consumado es” que Jesús declara desde su trono?
9.  ¿A quiénes va dirigido el llamado a quien tenga  sed?
10.  ¿Qué promete Jesús a los que sean vencedores en Cristo?

11.  ¿Cuál es la única esperanza de redención para el ser humano? ¿Por qué?

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