– EL DESIERTO DEL MAR ROJO
“Rodeados” – Una vuelta muy larga
“Y luego que Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto. Mas hizo Dios que el pueblo rodease por el camino del desierto del Mar Rojo.” Éxodo 13:1718
El día de hoy es un día de cosas “rápidas”, comida rápida, trenes de alta velocidad, coches rápidos, aviones rápidos, placeres rápidos, comunicaciones rápidas. Pero el camino de Dios hacia la vida del Espíritu sigue siendo una vuelta muy larga. Muchos no piensan así, y hay muchos en la Iglesia que ridiculizan el pensamiento de tener que ejercer la “paciencia” para poder ganar la carrera que hay delante de nosotros. “Corramos CON PACIENCIA..” puede sonar un poco contradictorio al hombre en la carrera; pero para Dios, sigue siendo la forma de ganar “la carrera que tenemos por delante.” (Heb. 12:1). La ruta directa de Dios hacia la vida de Canaán es la ruta de la vuelta más larga. Parece que existe un camino más corto, más directo, y muchos siguen explorando esa ruta, solo para terminar revolcándose en el polvo. “Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca...” La palabra “Filisteo” procede de una palabra que significa “dar vueltas en el polvo, revolcarse”. Y aunque es un camino muy transitado, como lo fue en los días de Israel, y aunque parecía llevar por una ruta más directa a la tierra de nuestra herencia, dejará al que transite por ella, revolcándose en el polvo. ¿Por qué? Porque no hay nada en común entre el camino de los filisteos y el camino de Dios. El espíritu filisteo es el espíritu del mundo, del hombre natural, que no conoce nada del Espíritu de Dios. Pero porque es un camino muy transitado y porque parece llevar a través de la dirección general de nuestra búsqueda de Dios, es engañoso a la mente natural. Es la aproximación lógica a las cosas de Dios. Es la aproximación positiva y más directa a las cosas espirituales. Pero nos deja revolcándonos en el polvo de la vieja vida adámica, en lugar de volando en las alturas del Espíritu de Dios.
“No tienes por qué tomar ese largo camino, confuso e inexplorado, hacia las cosas de Dios... Podemos mostrarte un camino más simple... Podemos indicarte un atajo... Puedes conocer el gozo de Canaán viviendo sin la inquietud de perderte en el desierto.” Este es el razonamiento y el consejo de la mente natural.
Pero el hecho es que no escogimos el camino del desierto. Simplemente escogimos ir por el camino de Dios. Es Él quien va primero—de día como pilar de nube, y de noche como pilar de fuego—para dar dirección y luz en el viaje. Es por la Luz de su Gloria que podemos hallarnos a nosotros mismos enredados en el desierto. El nos lleva por ese camino para que pueda llevarse toda la gloria y para que nuestros enemigos puedan ser consumidos en medio mismo de nuestra perplejidad y desmayo. Sólo cuando nos encontramos “atrapados”, sin un lugar a dónde ir, tendemos a acudir a Dios en búsqueda de socorro. Por eso Él nos atrapa... para que podamos huir hacia Sus brazos. Dios sabe que el enemigo dirá: “Encerrados están en la tierra, el desierto los ha encerrado.” (Éxodo 14:3). De esta forma Dios pone una trampa deliberada para el enemigo, al guiarnos a un lugar en el que no tenemos otro recurso que Dios. Siempre que haya lugar en el corazón y en la mente del hombre para calcular y planificar su propia liberación, Dios queda fuera del cuadro. No le necesitamos realmente, o al menos así pensamos. Pero si somos seguidores de la Nube, Dios nos llevará a áreas de extrema desesperación y desesperanza, para que podamos probarle, que es el Dios que abre un camino donde no lo hay, y un sendero en medio de las poderosas aguas...
“En el mar fue tu camino, y tus sendas en las muchas aguas; y tus pisadas no fueron xczconocidas” (Salmos 77:19)
“Jehová, el que abre camino en el mar; y senda en las aguas impetuosas.” (Isaías 43:16).
Pueblo de Dios, cuidado con los atajos. Hay muchos atajos que nos ofrece este día y hora, atajos hacia la verdadera vida y progreso espiritual, pero que no te llevarán allí. Puedes tratar de buscar un camino fácil hacia el don y la bendición espiritual. Puedes aprender a obtener los dones espirituales y a ponerlos en marcha de forma fácil, sin una entrega total, sin esperar en Dios, pero tarde o temprano, se extinguirán. Puede que pienses que has descubierto una cobertura segura y firme bajo la estructura de alguna iglesia o institución, asegurándote a ti mismo que estás siendo librado de las punzadas de tratar de encontrar tu propio camino en la vida enredada del desierto. Al confiar en ciertos líderes, en ciertos apóstoles y profetas, en una cierta “Orden del Nuevo Testamento”, piensas que eso sea un camino mucho más seguro, mucho más fácil. Pero tarde o temprano descubrirás que el descanso y la comodidad que buscabas en áreas resguardadas de esta naturaleza, no son otra cosa que ataduras de sistemas Babilónicos; y descubrirás que eso es mucho más inquietante y digno de temor, que el camino del Señor, del que buscaste escapar por todos los medios. Cuando veas “las guerras de los filisteos”—la lucha por el señorío, la lucha por el poder y la autoridad, y por un lugar de preeminencia—vuestros corazones se desanimarán y os preguntaréis por qué razón escogisteis caminar en esa clase de camino. Si examinásemos nuestros corazones, podríamos descubrir que lo que estamos realmente buscando, es alguna clase de sistema religioso que nos facilite las cosas a nosotros o a nuestros hijos. Queremos despojarnos de la pesada carga asociada con la búsqueda de Dios por nosotros mismos, por medio de una entrega completa a Él. Así, cuando alguien nos ofrece un lugar de reposo bajo alguna clase de estructura que prometa dirección muy clara, somos muy rápidos en cogerlo. Por supuesto que Dios quiere que tengamos comunión unos con otros en Cristo; pero no hay comunión genuina a menos que “caminemos en la Luz”. En nuestra búsqueda de Dios, no existe inmunidad a las pruebas, las luchas, los exámenes de conciencia y perplejidades que siempre han sido la porción de cualquier hombre o mujer que busque entrar en una relación vital, viviente, con el Señor.
Los Huesos de José
“Tomó consigo Moisés los huesos de José, el cual había juramentado a los hijos de Israel diciendo, Dios ciertamente os visitará, y haréis subir mis huesos de aquí con vosotros.” (Éxodo 13:19).
A José ciertamente no debía importarle nada lo que hiciesen con sus huesos. Esto no debía plantear ningún problema para el Dios de la vida de resurrección a quién él servía mientras estuvo vivo. Pero en los huesos de José, Dios daría a la generación aún por nacer, un testigo viviente de la fidelidad del Dios que guarda el pacto.
En su vida, José fue un testimonio de la fidelidad de Dios—un testimonio vivo de que la vuelta alrededor del desierto era la ruta directa hacia la tierra de la fertilidad. Él había probado y manifestado al pueblo de Dios que al obedecerle a Él y aferrarse a la Visión que Dios le había dado, ésa en sí había sido la carretera directa de Dios hacia el Trono. Pero José llevaba muerto unos 360 años, y la generación a quién José profetizó al decir, “Dios ciertamente os visitará, y haréis subir mis huesos de aquí con vosotros” (Gén. 50:25), esa misma generación privilegiada de la que José había hablado, vivía ahora, y había recibido el privilegio y la oportunidad de caminar en la visitación que Dios había prometido. Él, que era un testimonio vivo de la fidelidad de
Dios en su vida, era ahora un testimonio de la fidelidad de Dios en su muerte. Sus propios huesos dieron testimonio de la fidelidad del Dios a quién había servido. Por dondequiera que pasaran, el pueblo de Dios tenía un testimonio “viviente” en la presencia de los huesos de José; porque José había profetizado que este día de la visitación llegaría. Por dondequiera que atravesaran ese grande y terrible desierto, José estaba ahí con ellos: animando, confirmando, profetizando, declarando,...la fidelidad de Dios: “Dije que esto iba a suceder... os dije que Dios sería fiel en libraros... Profeticé que Dios os llevaría a una tierra fértil. No desmayéis ahora. Demostré mientras vivía que en su momento, el Dios que daba la visión sería fiel en confirmarla. Que el cansancio del camino, el calor y la sequía, los escorpiones y las serpientes voraces de esta tierra desértica, no hagan que vuestros corazones murmuren y se quejen. Fiel es el que prometió, el cual también lo hará.”
¿No es extraño que podamos llevar con nosotros los huesos del profeta muerto, y aún así no creer lo que el profeta dijo? ¿No es extraño que podamos idolatrar a los escogidos de Dios del pasado, y que construyamos sus sepulcros, y aún así, no prestemos atención a la Palabra que ellos hablaron cuando vivían?
Una y otra vez seremos testigos de la incredulidad y del fracaso del pueblo de Dios. Aún así, todo el tiempo preservaron cuidadosamente los huesos de José, llevándolos de un campamento a otro... un recordatorio persistente para ellos de la extrema fidelidad de Dios y de sus propios corazones incrédulos. El Bautismo en La Nube
“Y la columna de nube que iba delante de ellos, se apartó y se puso a sus espaldas”. (Éxodo 14:19)
Su enredo en el desierto les fue muy doloroso, pero Dios les llevó por este camino para Su propia gloria. Uno de los testimonios más gloriosos de todo el episodio del desierto, fue el testimonio de la fidelidad de Dios precisamente en la hora de la infidelidad de Su pueblo. Sus corazones fueron golpeados con el temor y la incredulidad cuando se vieron enredados en el desierto, con las huestes de Faraón tras ellos, y clamaron a Moisés: “¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto?” (Éxodo 14:11). Pero Dios sabía lo que estaba haciendo. De repente, el pilar de la Nube que les había estado guiando, se desplazó de delante de las huestes de Israel y se puso detrás, pasando en medio de las huestes, y sumergiéndoles en la Nube de Gloria. El que era su Guía, ahora era su Protector y su defensa en contra de sus enemigos. Su gloria se convirtió en su Luz en la oscuridad de la noche, y esa misma gloria se convirtió en OSCURIDAD y NOCHE a los enemigos de Dios.
Necesitamos recordar estos principios, en este día en que el temor se ha adueñado de los habitantes de la tierra... cuando todo a nuestro alrededor es oscuridad y noche. Dios dijo que iba a ser así. Y además, Él prometió que sería en esa precisa hora de oscuridad, que Su gloria brillaría sobre Su pueblo:
“Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. (Isaías 60:2)
Bautizados en la Nube de Su presencia y de Su gloria, el pueblo de Dios radiará la misma Luz de Dios. No sólo eso, sino que la Luz en la que moran y andan, les hará tener victoria sobre todos los poderes de oscuridad bajo los que se hallará hundido el mundo alrededor de ellos. ¿Por qué razón algunos piensan que habrá un escondite seguro en algún lugar del espacio? ¿Especialmente en esta era espacial? Nuestro
lugar de refugio es Dios solamente, y Su gloria será nuestra defensa, y la única que necesitaremos:
“Y creará Jehová sobre la morada del Monte de Sión y sobre los lugares de sus convocaciones, nube y oscuridad de día, y de noche resplandor de fuego que eche llamas, porque sobre toda gloria habrá un dosel.” (Isaías 4:5).
El Cántico de Moisés
“Entonces cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a Jehová.”(Éxodo 15:1)
Era un cántico de victoria, un cántico que daba testimonio de la fidelidad y la sabiduría de Dios, que les había guiado hacia enredos en el desierto. Si pudiéramos reconocer esto, ...si pudiéramos saber...que Dios ha ordenado un Cántico de victoria para cada enredo el desierto...¡Qué esperanza y qué seguridad nos daría al pisar por el camino desconocido! Si pudiéramos entender que cada enredo en nuestro caminar de fe, ha sido preparado por Dios para derrotar a nuestros enemigos, ¡Que esperanza y aliento surgiría en nuestros corazones!
Y cuando Dios pruebe Su fidelidad al tragar a nuestros enemigos en el Mar Rojo, ¡Qué esperanza y confianza nos tendría que dar esto para la fase siguiente de nuestra prueba y examen en el desierto! Porque debemos estar convencidos que ésta no es sino la primera fase de nuestro viaje espiritual hacia el corazón de Dios. Todavía quedan muchas más. Puede que algunos pregunten, “¿Cuántas?”. Y la respuesta es: Tantas como sean necesarias para que Dios domestique nuestra naturaleza salvaje, y are y cultive la tierra de nuestros corazones. Tantas como Dios considere necesarias para cumplir la profecía de Isaías en referencia a Su pueblo:
“Se alegrará el desierto y la soledad; el yermo se gozará y florecerá como la rosa.” (Isaías 35:1).
Que nunca olvidemos esto, que el desierto que estamos atravesando es un viaje espiritual rumbo al corazón de Dios; y es a través de las áreas del desierto de nuestros propios corazones carnales, naturales, que Dios nos está guiando hacia un REPOSO en el regazo de Dios. Entonces, ¿Cómo podemos decir, ‘Señor, déjanos solos... ya hemos tenido bastante de desierto y de desolación’, si todavía no conocemos el gozo del desierto, y la floración de la rosa en nuestras vidas? ¿Queremos en realidad que Dios nos deje donde estamos, redimidos de la esclavitud del pecado y del mundo, pero aún cautivos a las ataduras de nuestras propias naturalezas carnales? ¿Y no es una gran decepción para nosotros, cuando descubrimos que al abandonar el mundo y sus ataduras, seguimos atados a nuestro propio yo, a nuestros propios corazones, a nuestros propios caminos? ¡Que desvalidos y desprotegidos nos sentimos cuando, habiendo conocido lo que es ser redimidos por la sangre del Cordero Pascual, descubrimos que nos hallamos todavía languideciendo en áreas de cautividad al yo, a la mente carnal, y a los caminos de la carne!
¡Y que maravilloso es cuando descubrimos que Dios ocultó gran parte de esto a nosotros y nos permitió consolidar nuestra posición junto al lado redimido del Mar Rojo, antes de comenzar a tratar con las áreas del desierto en nuestras vidas!
De esta forma, el Cántico de Moisés (y esto es algo que muy pocos parecen reconocer), nos da esperanza y confianza en la fertilidad de la tierra de Canaán, incluso cuando se regocija en el Dios que destruyó a Faraón y a sus huestes:
“Tú los introducirás y los plantarás En el Monte de tu heredad, En el lugar de tu morada que Tú has preparado, oh Jehová En el Santuario, oh Jehová, que Tus manos, oh Jehová, han afirmado” (Éxodo 15:17)
Así es que debemos pasar por el Mar Rojo del Bautismo, como lo indica Romanos 6, después por el desierto del conflicto de la “vida del Yo” en Romanos 7, y HASTA la libertad gloriosa del monte de su heredad en Romanos 8. El lugar solitario de Romanos 7 abre el camino a la expresión conjunta y la herencia en conjunto de Romanos 8. El “Yo”, “yo mismo”, y “mi” de Romanos 7, mientras que el hombre renovado de Dios lucha contra la marea de sus propios deseos carnales, se entrega y es absorbido en la victoria del pueblo de Dios en quien Él habita en plenitud completa, en Su propio Santuario, Su propia herencia. Ya no es más el desierto indócil de la lucha carnal egoísta; ahora es la tierra fértil y cultivada del jardín propiedad de Dios— escardada, labrada, ordenada y cuidada por el gran Padre de familia, para ser el Jardín y la herencia de Su propio deleite y placer: “Por que la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Rom. 8:24).
Y estoy convencido de que al llegar a este reino de plenitud permanente en Cristo, ¡va a ser TAN FÁCIL, TAN SIMPLE, TAN NATURAL Y ESPONTÁNEO PARA NOSOTROS CAMINAR EN EL ESPÍRITU Y MORAR EN SU PRESENCIA, COMO ERA EN DÍAS PASADOS CAMINAR POR LOS ENREDOS DE NUESTRA VIDA DEL DESIERTO Y DE LAS ATADURA DE LA CARNE!
¿Cuestionamos esto? Entonces estamos diciendo de hecho que podemos producir en nuestra lucha carnal, más poder y más energía que el Espíritu de Dios. Estamos confesando que la “ley del pecado y de la muerte” tiene un poder mayor que la “ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús.”
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