– EL DESIERTO DEL SINAÍ
“Sed pues, santos como Yo soy Santo”
“Toda la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin por sus jornadas, conforme al mandamiento de Jehová, y acamparon en Refidím; y no había agua para que el pueblo bebiese” (Éxodo 17:1)
Todavía siguen rumbo al sur... alejándose más y más de Canaán. Porque Dios tiene que probarles y preparar aún más sus corazones, antes de que puedan estar listos para dar la vuelta hacia el norte, rumbo a Canaán.
Masa y Meriba
No había agua en Refidím. Dios les dio alimento del cielo; pero ahora de nuevo se encuentran sin agua, y listos para apedrear a Moisés. Dios tiene la respuesta a cada necesidad física y espiritual, y la única razón por la que Él nos mantiene esperando, es para probarnos y examinarnos, para saber si creeremos en Él o no. Ordenó a Moisés que se pusiera junto a una roca en Horeb (que significa “un lugar reseco”), que golpeara la roca con su vara, y Dios prometió que aguas brotarían como arroyos refrescantes y aguas corrientes.
“Y llamó el nombre de aquel lugar Masah, y Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron a Jehová diciendo: ¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?” (Éxodo 17:7)
¿Por qué razón tenemos que hacer un Masah y un Meriba de cada lugar de provisión de Dios, solo por el hecho de que Dios parezca obrar muy lentamente y estar en silencio en los momentos en que pensamos que Le necesitamos más? ¿Por qué no dejamos que el Señor llame a las experiencias por las que pasamos en la vida, con nombres como “Aguas Vivas”...”Paz y reposo”...”Fuentes de aguas vivas?” En lugar de ello, murmuramos y nos quejamos, pero Dios es fiel en intervenir, en contestar nuestras oraciones, aunque tienda a llamar a nuestros lugares de fracaso con nombres como Masa, que significa “prueba, tentación”, o Meriba, que significa “contención, confrontación, conflicto.”
Cuando Dios dice que nuestro lugar de fracaso era Masah y Meriba, no está diciendo que es el lugar donde Él nos probó. Más bien nos dice que en el lugar donde Él pretendía probarnos y examinarnos, le dimos la vuelta, y PROBAMOS A DIOS Y CONTENDIMOS CON DIOS... Y esto es lo que entristece Su corazón. Por tanto, Masah y Meriba se han convertido en una descripción íntegra de su forma de vida a lo largo del viaje de cuarenta años por el desierto. Cuando el salmista alza su voz para alabar y exaltar a la Roca de su salvación... y después dobla la rodilla en adoración ante el SEÑOR su Hacedor, de forma muy abrupta su alabanza y su adoración se convierten en una seria advertencia al pueblo de Dios, que sabe como alabar y adorar, pero cuyo corazón tiende a la dureza y a la rebelión.
“Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, como en el día de Masah en el desierto. Donde me tentaron vuestros padres, me probaron y vieron mis obras.” Salmos 95:79
Hoy es un día en el que las congregaciones del Señor saben como acercarse a Dios; adorar y alabar se ha convertido frecuentemente en un sistema, en un mecánico “hazlodeestaforma”... Cuando todo termina, el corazón sigue tan duro y tan frío hacia Dios como siempre. Hay un “arte” en la alabanza, “un arte” en la adoración, un
“arte” en la música, y un “arte” en la danza delante del Señor. Qué poco de todo esto guía a la verdadera sumisión y adoración ante los pies de Aquel que es nuestro Hacedor. Si al ser bendecidos y participar de tanta provisión y dones espirituales, sentís que sois un pueblo con un favor especial de parte de ÉL, escuchad estas solemnes palabras al final de este hermoso cántico de alabanza:
“Cuarenta años estuve disgustado con la nación, y dije: pueblo es que que DIVAGA DE CORAZÓN, Y NO HAN CONOCIDO MIS CAMINOS; POR TANTO, JURÉ EN MI FUROR QUE NO ENTRARÍAN EN MI REPOSO.” (Salmos 95:1011)
He aquí un pueblo favorecido por encima de todas las naciones sobre la faz de la tierra. Fueron testigos de un milagro tras otro en sus vidas. Vieron el fluir milagroso del agua de la roca para satisfacer su sed. Llovió Maná del cielo cada día para satisfacer cada necesidad. La Nube de Gloria permanecía sobre el Tabernáculo día y noche durante cuarenta años.
PERO EN TODO ELLO, ¡NUNCA CONOCIERON A DIOS! ¡Y DIOS TESTIFICO QUE ELLOS FUERON UN PESAR PARA SU CORAZÓN!
Todas estas observaciones fueron temibles. Pero necesitamos considerar estas cosas muy solemnemente en el día de hoy y en esta hora en que la bendición de Dios sobre su pueblo es considerada el sello de su aprobación. Esto no es teología del Antiguo Testamento. Esta enseñanza es enseñanza del Nuevo Testamento, escondida bajo los tipos y sombras de antaño. Escucha el comentario de Pablo a este episodio del desierto: “Porque no quiero, hermanos, que ignoréis, que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y laroca era Cristo. Pero de los más de ellos no se agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto.” (1ª Cor. 10:15).
Fueron “postrados en el desierto” a pesar del hecho de haber participado de todas estas multiformes bendiciones. En medio de sus bendiciones, fracasaron en su caminar de obediencia, y no entraron en la Tierra de la Promesa. El apóstol Pablo nos amonesta a aprender de sus errores, porque eran tipos y sombras del pueblo de Dios, que hoy vive bajo el Nuevo Pacto. (lee 1ª Cor. 10:1112). Sinaí, El Monte Santo de Dios
“En el mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí.” (Éxodo 19:1)
En este lugar tienen que permanecer aproximadamente once meses, acampando al pie del monte santo de Dios, y familiarizándose con Su justicia y con sus leyes y ordenanzas santas. Aquí construirían el tabernáculo, para que Dios mismo pudiera habitar en medio de ellos. Canaán estaba delante de ellos, y había mucha guerra que vencer, pero Dios tenía que tener un pueblo santo para hacer guerra contra las naciones impías, y para introducirse en ese reino santo que Moisés ya había descrito como “el monte de tu heredad, en el lugar de tu morada, que Tú has preparado, oh Jehová, en el Santuario, que tus manos, oh Jehová, han afirmado.” (Éxodo 15:17).
En este día y hora, el asunto de la santidad con mucha frecuencia es igualado con el “legalismo”. Sabemos que vivimos en el Día de la Gracia. Pero lo que con frecuencia es pasado por alto, es el hecho de que la Gracia de Dios surgió para que la justicia y la santidad que Dios requería bajo el Antiguo Pacto, ahora pudieran ser PROVISTAS bajo el Nuevo. La razón por la que Dios desechó la Ley no es porque no funcionara. El Nuevo Pacto surgió para obrar en los corazones del pueblo de Dios esa calidad y carácter de vida que el Antiguo Pacto era incapaz de producir. “Es porque “no permanecieron en Mi Pacto”, que Dios vio correcto su cambio (Heb. 8:9). La razón por la que podemos caminar en santidad y justicia bajo el Nuevo Pacto es simplemente porque Dios viene al corazón, a la mente y al alma para escribir sus requisitos, en la mente y en el corazón... una vez más con dedo de fuego, pero esta vez, en “tablas de carne, del corazón” (2ª Cor. 3:3). El Nuevo Pacto no es solo una nueva “posición” en la Gracia; ES UNA ESCRITURA EN EL CORAZÓN, Y UNA ESCRITURA EN LA MENTE, Y UN CONOCIMIENTO DE DIOS MEDIANTE UNA RELACIÓN ÍNTIMA. No es sólo una declaración de lo que somos en Cristo. Es una TRANSICIÓN desde un lugar de condenación y de muerte, hasta un lugar de justicia y de vida. Es una TRANSFORMACIÓN de un estado de muerte y oscuridad espiritual a un nuevo estado de vida y luz espiritual. ¿Estaba Dios de hecho interesado en ovejas y cabras, bueyes, tórtolas y palomas, días santos, y sabbaths, y rituales religiosos de una y otra clase? “¿Tiene Dios cuidado de los bueyes? ¿O lo dice enteramente por nosotros?” (1ª Cor. 9:910).¿Estaba de hecho interesado en que llevemos una ropa hecha de una sola clase de material? ¿O en que plantásemos un jardín con dos tipos de verduras? Realmente no. Nos estaba dando principios de la verdad del Nuevo Pacto, bajo un escenario del Antiguo Pacto. Con otras palabras, Dios odia la mezcla. El quiere pureza...pureza de mente y actitudes. Es precisamente de eso de lo que va la Ley; y de eso va el desierto. Lo que Dios busca es una revelación del corazón de su pueblo...que al vernos a nosotros mismos en desesperanza y desesperación, podamos acercarnos a Él y participar de su Gracia. Con mucha confianza, ellos prometieron a Dios que harían todo lo que Él había dicho. Dios sabía que no estaba en sus corazones el hacerlo, y Le escuchamos lamentar...”¡Que diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre!...” (Deut. 5:29). Pero incluso antes de que Moisés desaparezca de la escena, él ve el día en que Dios produciría el Nuevo Pacto.
“Y circuncidará Jehová tu Dios, tu corazón y el corazón de tu descendencia, para que ames a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma, a fin de que vivas.” (Deut. 30:6)
Este es todo el contenido e intención de la Ley, como Jesús observó. (Lee Mateo 22:3740).
El Peculiar Tesoro de Dios
“ Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y como os tomé sobre alas de águila y os he traído a Mí. Ahora pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro, sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes , y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.” (Éxodo 19:46)
Israel no podía lograr esto; pero había sido reservado para el pueblo del Nuevo Pacto: “Sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”: (1ª Pedro 2:9).
Son los que tienen un temor del Señor de toda la creación, piadoso e íntegro... un temor que inspira amor, devoción y entrega, incluso hasta la muerte. Cuando Dios habla, ellos escuchan. Pero aún hacen más—obedecen. Buscan caminar por sus caminos. Tiemblan ante Su Palabra. A menudo se hablan unos a otros, no en una vana palabrería, sino en comunión, pensando en Su Nombre, meditando en Sus grandiosas obras, animándose y edificándose el uno al otro—enseñando, exhortando, amonestándose el uno al otro en el temor del SEÑOR. Completamente ocupados en Él, y por tanto estando Él ocupado todo el tiempo con ellos:
“El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él.” (Juan 14:23)
Este “pueblo peculiar” no es “peculiar” porque haga cosas ilógicas o impropias. La palabra tiene el sentido de un “tesoro escondido”... algo tan precioso que está escondido, y escondido de la vista de los hombres... algo especial, algo superlativo. Son un pueblo que es desconocido, y sin embargo, “bien conocido”. Porque puede que pase sus días en esta vida en oscuridad, escasamente conocido o reconocido en los asuntos de los hombres. Pero son “bien conocidos” en lugares celestiales, son el tema de conversación y de asombro entre las huestes celestiales. Son débiles e insignificantes en sí mismos... no pueden jactarse en ninguna capacidad especial en lo natural... son muy normales y no tienen pretensiones. Sin embargo, aunque no tengan ninguna habilidad natural y aunque no se aferren a ningunos logros en particular, aman a Dios con una intensidad que les aparta hacia un lugar especial en el corazón de Dios... un lugar especial para morada del Padre y del Hijo.
“Levítico... antes que Números”
Siempre tenemos prisa por llegar a nuestro destino; y Dios desea mucho más que nosotros, llevarnos allí. Pero nos ha enseñado que...
“Los bienes que se adquieren deprisa al principio, no serán al final bendecidos.” Proverbios 20:21. De esta forma, durante casi un año el Señor deja a los hijos de Israel en Sinaí, para prepararles para el viaje RUMBO AL NORTE, hacia Canaán. Precisamente este el tema principal del libro de Levítico. Es el libro de la santidad de Dios, la Santidad de Su pueblo. Las palabras “santo” y “santificado” se usan más de cien veces sólo en Levítico. En todos los sacrificios, en todas las ordenanzas, en todos los juicios que Dios había decretado, Él está reflejando la santidad de Su naturaleza y el deseo de santidad de Su pueblo.
“Números” sigue a Levítico, porque en el libro de Números, el pueblo del Señor es contado y formado en orden, preparado para la conquista de Canaán. Pero tenemos que familiarizarnos con la grandeza de nuestro Dios y aprender a “temblar a Su palabra” si vamos a ser un pueblo conquistador. Ya querría Dios que la iglesia de esta hora, tan celosa por la guerra espiritual, pudiera entender esto. La Batalla no es nuestra, sino de Dios; y si no aprendemos a temer delante de Él, y participar de Su Santidad y de Su carácter y naturaleza, no vamos a pelear la buena batalla contra las huestes de maldad preparadas contra nosotros. Dios querría que su pueblo entendiera que las armas de nuestra milicia no son carnales, sino espirituales y que...
Vencemos al mal con el bien Vencemos al odio con el amor Vencemos la anarquía con la obediencia Vencemos el error y el engaño con la Verdad
Si entendiéramos esto, entonces nos concentraríamos en estos tipos de armas, en lugar de en todas las estrategias maquinadas humanamente, y los trucos y formas de entretenimiento. Así, debemos quedarnos aquí, al pie del Monte Santo, para aprender Sus caminos antes de que podamos sen contados para la Batalla.
Para aprender sobre el Pacto que está escrito sobre nuestros corazones con el dedo santo de fuego de Dios...
Para conocer la ira de Dios contra el becerro de oro, y dejar que nuestros corazones idólatras sean golpeados con Su justos juicios... Para conocer el celo del Señor, y el celo de Sus sacerdotes, para limpiar el campamento de Dios de toda su idolatría...
Para participar de la preocupación sacerdotal por el pueblo de Dios, para que podamos como Moisés, prevalecer con Dios hasta que “se arrepienta de la ira de su furor y se arrepienta del mal”, que se había propuesto , y para que en medio de su ira, recuerde su misericordia...
Para afirmar nuestros corazones en la edificación del Tabernáculo de Dios; y que al hacerlo, sepamos que “a menos que el Señor edifique la casa, en vano trabajan los edificadores...”
Para clamar a Dios como clamó Moisés, “Te ruego, Oh, SEÑOR, MUÉSTRAME TU GLORIA.” Porque sólo al ver Su gloria, y al radiar su gloria, solo entonces podremos ministrar vida y verdad al pueblo de Dios.
Entonces dice el Señor, “Habéis estado bastante tiempo en este monte, volveos e id...” (Deut. 1:67). TIEMPO DE GIRAR HACIA EL NORTE
El escritor de Cantar de los Cantares habla del “viento del norte” o “Aquilón”, y del “viento del sur”, o “Austro”, que Dios envía sobre Su pueblo. Así, después de salir de Egipto, el viento del norte les conduce cada vez más lejos de su objetivo. Pero ahora es el tiempo de que sople el viento del sur, para apremiarles hacia el norte, hacia la tierra de su herencia.
“Levántate Aquilón, y ven, Austro; Soplad en mi huerto, despréndase sus aromas.” (Cantar de Los Cantares 4:16)
La regla de la Nube sigue siendo la regla por la que deben ponerse en marcha hacia Canaán. Pero ahora, el fuego santo de Dios descansa sobre el Tabernáculo. Ahora el fuego santo de Dios se asocia con el pueblo de Dios, para consumir a sus enemigos.
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